20 marzo 2009

Cuando ya nada se puede hacer

Y allí estaba él, rodeado de pánico. Respirando de forma cada vez más acelerada, buscando alguna salida milagrosa, de esas que sólo aparecen en la ficción y en la realidad salen a jugar de vez en cuando.

La escena se hacía eterna. Atrapado sin poder moverse, con los ojos llenos de miedo y reteniendo la última imagen que quedaría en su perpetuidad.

La vida lo había llevado por distintos senderos. Había fastidiado con su luminosidad y había pasado desapercibido en las penumbras. Nunca imaginó que tal vez por un simple descuido su historia estaba en manos de un anónimo.

Del otro lado, todo pasaba más rápido. Se podía percatar la desesperación, sentir el calor de la agonía y admitir el final como la manera más tolerante de satisfacer el grito de auxilio de la víctima. Había llegado el momento, tenía que hacerlo. En un segundo,un diminuto movimiento puede cambiar el destino de una persona, de miles.

Bastó empujar la pelota sobre la línea para que todo termine.

13 marzo 2009

8 y 10


Subís, pagás $1.40, recibís un boleto y entrás. La gente está toda en silencio. Algunos escuchan música con sus celulares último modelo, otros solo miran por la ventanilla. Nada parece alterar el orden, un par de bocinazos que vienen desde afuera son el único ruido molesto.

Pasan dos cuadras y suben unos 20 tipos con camisetas de colores celeste y blanco, cantando y alborotados. Al chofer ni se le cruza por la cabeza cobrarles el pasaje, ellos, de a muchos, son muy violentos.

Insultan parejas que van por las calles, les tiran con naranjas a los supuestos hinchas del otro bando y provocan a los policías en las esquinas. Eso es su "aguante". Entre redoblantes, cánticos y saltos, el rodado continúa su marcha. El clima cambió de manera considerable.

Pasan 20 paradas y la patota empieza su retirada. Un grito se escucha desde el fondo del colectivo: "¡Pará, pará!". La curiosidad nos gana y todos miramos hacia atrás y nos encontramos con la impotencia de una joven a la cual le robaron la cartera. El último del grupito en bajar le dice: "No siempre se gana, amiga"


Todos observan el llanto de la víctima y no saben cómo actuar. El conductor luce despreocupado e indiferente ante el hecho. Entre lágrimas la muchacha dice: "Tenía el celular, los documentos y mi billetera". Agunos mueven la cabeza lamentando lo sucedido. La tensión dura dos minutos. Todos se dan vuelta y esperan llegar a su destino.

04 marzo 2009

Prueba a la creatividad



Para pensar: ¿Qué estaba soñando el perrito?