- Estoy engripado
- Uh, tenés gripe porcina
Hoy comprobé que nueve de cada diez personas bromean o te advierten acerca del nuevo virus. Basta un estornudo para recibir la mirada temerosa de los paranoicos. Los medios sí que saben agitarla.
28 abril 2009
26 abril 2009
La ley del último recurso

La noche se acabó y los muchachos terminaron con las manos vacías. Resignados, volvían a sus hogares. De repente dos mujeres les hacen señas al costado de una avenida. Ni lerdos ni perezosos las invitaron a su departamento para "tomar algo".
Las "viudas negras" le pusieron somniferos a los tragos y los durmieron. Al despertarse se dieron con que les faltaba una computadora portátil, una cámara de fotos digital, un equipo de música, dos teléfonos celulares, ropa, una mochila y $ 5.500.
Cuando hicieron la denuncia a la policia, las víctimas caracterizaron así a las damas:"una era robusta, alta, de tez blanca, de cabellos hasta la altura de los hombros teñido de rubio, y le faltaban varios dientes; la otra era robusta, alta y morocha".
Es sabido que de noche todos los gatos son pardos, pero tampoco nos vayamos al carajo.
23 abril 2009
La mochila de Aedes
22 abril 2009
Los creativos y la cerveza
Rubia, la más linda de las rubias. Fresca pero transpiradita, así nos gusta a todos. Sumado a esto, los creativos ponen su granito de arena para volverlas más bellas.
20 abril 2009
El último grito
¿Somos lo que comemos? Demasiado anticuado. Ahora la onda es: "Somos lo que tenemos en nuestro mp4".
09 abril 2009
Una postal del barrio
"Los padres esperan con ansias que sus hijos aprendan a caminar para que vayan al kiosko de la esquina a sacar fiados un vino y una soda. A veces pan".
Tchami
Tchami
02 abril 2009
Silencio y perfil bajo
Durante mi infancia, los domingos por la mañana sabían ser otros. Todos ibamos a ver a nuestros viejos a jugar en el equipo de veteranos del barrio. A veces nos sorprendían, a veces nos preocupaban y a veces nos burlabamos.
Al nueve le decían "el cani" por su melena, parecida a la del "hijo del viento". Todos los campeonatos jugaba para un equipo diferente. No tomaba, ni fumaba. Iba junto a su señora y sus dos hijitas que se aislaban a un costado de la cancha y gritaban por el delantero. Era una pieza clave dentro del equipo.
Ganara o perdiera el club, nunca se quedaba a compartir con los demás. Bien finalizaba el partido, se retiraba con un simple "hasta luego".
Sin embargo, un mediodía cambió de opinión. Fueron diez minutos en los que habló un poco de su historia. Dijo unas palabras que me pegaron mucho durante toda mi niñez: "mi vida nunca será la misma. Por las noches tengo pesadillas, el recuerdo me lleva a Malvinas". Todo el equipo le recomendaba ayuda profesional, a lo que respondía: "tendría que ir al psicólogo pero no me alcanza la plata".
"Estoy loco, muchas veces siento que nos están tirando", comentaba con los ojos ojos brillosos mientras masticaba chicle. Por aquel entonces, la mayoría tenía más de 35 años y habían cumplido con el servicio militar obligatorio. Todos lo tildaron de "héroe". Pero su sed no se conformaba con eso, los ojos seguían tristes y perdidos. Ninguno encontró la palabra precisa para traerlo nuevamente a este mundo.
Hoy, lo vi conversar con el dueño de un taller mecánico que está a una cuadra y media de casa. Maneja una vieja Yamaha 125 color blanca. La guerra no le dejó ninguna marca física, pero la razón del silencio y el perfil bajo son heridas que nunca se terminaron de cicatrizar.
Al nueve le decían "el cani" por su melena, parecida a la del "hijo del viento". Todos los campeonatos jugaba para un equipo diferente. No tomaba, ni fumaba. Iba junto a su señora y sus dos hijitas que se aislaban a un costado de la cancha y gritaban por el delantero. Era una pieza clave dentro del equipo.
Ganara o perdiera el club, nunca se quedaba a compartir con los demás. Bien finalizaba el partido, se retiraba con un simple "hasta luego".
Sin embargo, un mediodía cambió de opinión. Fueron diez minutos en los que habló un poco de su historia. Dijo unas palabras que me pegaron mucho durante toda mi niñez: "mi vida nunca será la misma. Por las noches tengo pesadillas, el recuerdo me lleva a Malvinas". Todo el equipo le recomendaba ayuda profesional, a lo que respondía: "tendría que ir al psicólogo pero no me alcanza la plata".
"Estoy loco, muchas veces siento que nos están tirando", comentaba con los ojos ojos brillosos mientras masticaba chicle. Por aquel entonces, la mayoría tenía más de 35 años y habían cumplido con el servicio militar obligatorio. Todos lo tildaron de "héroe". Pero su sed no se conformaba con eso, los ojos seguían tristes y perdidos. Ninguno encontró la palabra precisa para traerlo nuevamente a este mundo.
Hoy, lo vi conversar con el dueño de un taller mecánico que está a una cuadra y media de casa. Maneja una vieja Yamaha 125 color blanca. La guerra no le dejó ninguna marca física, pero la razón del silencio y el perfil bajo son heridas que nunca se terminaron de cicatrizar.